El microrrelato de los viernes: Dos relatos breves de Jean Claude Fonder

JEAN CLAUDE FONDER (Lieja, 3 de deciembre de 1943)

LA CAMA

Cuando la compré por internet, la publicidad me vendió su capacidad de adaptarse a mi cuerpo: cuanto más la usara, mejor dormiría. Tenía cien días para probarla antes de que pudiera devolverla si no me gustaba.

La primera noche me levanté y fresco como una rosa no recordé nada. La noche siguiente fue incluso mejor, sentí que la cama me invitaba a refugiarme de nuevo en el útero de mi madre como un canguro. Una decena de noches más tarde veía a mi madre al lado del doctor observándome en la pantalla de una ecografía. Era tan agradable que me costaba mucho despertar y todo el día esperaba ansioso poder volver a la cama.

Cien días después de mi compra, el teléfono sonó en mi habitación. Mi padre y mi madre, que habían pasado una noche maravillosa en mi cama, no contestaron.

MI GATO

Me había elegido a mí. Cuando me vio en la tienda saltó sobre mis rodillas y nada podía hacer que se moviera. Me seguía a todas partes, de viaje, al trabajo. Si no lo llevaba conmigo, hacía sus necesidades sobre mi almohada. Cuando vine a trabajar a Milán, me siguió. 

No lo encerraba porque sabía que siempre me encontraría. Un día, saltó por la ventana de mi habitación y salió a explorar por los tejados y los patios de mis vecinos.

A la mañana siguiente no regresó. Sin preocuparme, dejé la ventana abierta y esperé. Al día siguiente, nada, ¡no era posible!, me decía, va a volver; volvía siempre. Un día más y no había noticias. Bueno, el lugar era nuevo, quería explorar el sitio con más detalles; habrá encontrado una gata. Yo no hacía más que inventar excusas.

Una semana había pasado cuando comencé a entrar en pánico. Negus, se llamaba Negus, era demasiado hermoso, era de raza, un cruce persa-siamés. Lo habrán robado. Lo habrán recogido. Cubrí las paredes del barrio con su foto con mi número de teléfono, publiqué un anuncio en Internet, contacté a las guarderías. 

Después de un mes, todavía desesperado, seguía buscando, no era posible que un gato de esa belleza no dejara rastro. Mandé a todas las organizaciones que organizaban concursos sus fotos, visité todos los cementerios para gatos del mundo, todavía lo busco:

¿No lo han encontrado? Aquí va su retrato.